Fidel
Castro rompió relaciones con México en 1998, y en un discurso oficial dijo que
en México los niños conocían más a Mickey Mouse que al cura Hidalgo. Creo que el guerrillero cubano se equivocó al no incluir a los adultos.
En
el mejor de los casos, está más presente en la mente de los niños, el chavo del
ocho, que cualquiera de los cadetes ―niños héroes― de la Academia Militar de
Chapultepec. Triste realidad.
Querido
lector: dejemos de quejarnos de gobernantes o empresarios corruptos y traidores,
así como de todos los males que aquejan a nuestro indómito México. Basta. Mejor
analicemos que estamos haciendo usted o yo para generar un cambio palpable.
En
un artículo anterior que intitulé "Ucronía”, le platicaba que una forma de
comprender la historia es cambiándola a la forma de cómo nos hubiera gustado
que ésta sucediera. Para ello hay que conocerla razonablemente, aunque no
seamos historiadores de profesión; esto con el objeto de imaginar cómo y dónde
sucedieron ciertos eventos que pudieron haberse evitado, los cuales nos
condujeron a situaciones irreversibles.
Si
Hidalgo no se "hubiera” rajado de dirigirse a la capital, después de haber
ganado la batalla del Monte de la Cruces, tal y como le insistió Allende,
Iturbide quizás jamás "hubiera” figurado en la historia. Si Iturbide no "hubiera”
abdicado como emperador, México sería una potencia mundial. Si Lorenzo de
Zavala y Miguel de Santa María no se "hubieran” aliado a Joel Poinsett, "Tejas”
se hubiera afianzado a México y jamás se "hubiera” independizado. Puedo seguir,
pero hago un alto para dejar a un lado estos momentos que yo utilizo en mi
novela de "La Diadema Real”, para analizar el presente, e imaginar un futuro que
no requiera los "hubiera”.
Un ejercicio muy eficaz es imaginar el «¿qué haría yo?» en un viaje al pasado, o
sea, revisar la historia, y suponer como resolvería tal o cual situación, con
el objeto de ejercitarme en tiempo presente y tomar acciones concretas el día
de hoy.
Por
ejemplo: cada vez que agringamos el nombre de alguien, como puede ser el caso
de James en lugar de Jaime, el vecino del norte se pone feliz, pues su
conquista continúa sin que nos demos cuenta, y seguramente quien lo haga, ni
idea tiene que el nombre del invasor que se quedó con la mitad de nuestro territorio
se llamaba así, y se apellidaba Polk. Para colmo, su secretario y tocayo se
llamaba James Buchanan. Así que ya lo saben todos los Jaimes de este país, si
quieren seguir "mikimauseando” su nombre.
En
la ucronía que he disfrutado al escribir "La Diadema Real” (pues confieso que además
es una auténtica catarsis hacerlo) me he impuesto la tarea de profundizar los
hechos históricos reales, para tener cierto derecho novelístico de
modificarlos. Uno de ellos fue precisamente la guerra México – Estados Unidos,
donde dejo que se desarrolle tal como ocurrió, pero lentamente voy entrelazando
una hipótesis de cómo se podría haber ganado, para
terminar en un final inesperado.
Nuestro
personaje central, la princesa Mairena Díez Gutiérrez y Fernández Barragán, se
va preparando académicamente para lidiar con viejos lobos, muchos de ellos masones,
y Oaxaca es el escenario donde ella alcanza su meta en el célebre Instituto de
Ciencias y Artes, lugar que sería impensable para una mujer, que le permitieran estudiar
una profesión de hombres.
Uno
de los profesores en esta legendaria institución, es el personaje que más
calles y estatuas tiene en México, descontando las cuatro que hay de él
en Estados Unidos. Me refiero a Benito Pablo Juárez García.
Resta
decir que, ya estando en Oaxaca, el encuentro de la princesa Mairena con el
niño Porfirio Díaz, y su madre, doña Petrona Mori viuda de Díaz, es
posiblemente uno de los tres o cuatro capítulos de mi novela, que más disfruté
escribir. Imposible que no le suceda a usted lo mismo al leerlo.
Cuatro
meses antes de terminar su carrera, un suceso inesperado hace regresar a
Mairena a su hacienda en Ciudad del Maíz. Es ahora de que ella se autoimpone un
nuevo y delirante Desafío, con la ayuda de las relaciones internacionales preestablecidas
que tenía don Lucas Alamán. Mairena decide viajar a Europa para entrevistarse
con la reina Victoria del Reino Unido, con el rey Luis Felipe I de Francia, con
el Papa Gregorio XVI, con el emperador Fernando I de Austria, la Reina Sofía de
Baviera y su hijo, el aun niño Maximiliano, terminando con la muy joven Reina
Isabel II de España, a quien le propuso un plan que si a ella la entusiasmó, a
usted le encantará, querido lector.
Su
viaje de Veracruz a Londres, fue en el barco inglés más moderno, el S.S. Great
Britain, que le permitió llevar una carroza para poder estar a la altura de los
personajes con quienes se vería cara a cara, y la cual llevaba en la parte trasera
en cada esquina, la bandera del imperio mexicano ―verde, blanca y roja― con un águila
sin serpiente. Además, en cada portezuela, el blasón de su Dinastía, La Casa Real
Gallego de Andrada y Moctezuma.
Lo
que pasó en cada encuentro que tuvo esta joven mujer, con apenas 22 años de
vida, es la pulpa de este segundo tomo ―"Desafío” ― de la saga "La Diadema Real”,
pero cierro diciéndole que, cuando ella se embarca en mayo de 1845, coincide
con la muy reciente declaración de independencia de Tejas, y este terrible
evento la hace conducirse de una manera muy decidida frente a cada uno de los monarcas
que conducían los destinos del mundo en ese momento, mientras que otros
personajes deseaban vivir como gringos, hablar el inglés, y buscar la forma de
que México quedara a merced del vecino país invasor. Tal fue el caso de Lorenzo
de Zavala, quien yucateco de nacimiento, terminó siendo ―en la realidad― el vicepresidente
de la nueva república independiente de Texas con "x”.
Así
que ya lo sabe… cada vez que usted como mexicano se le escape decirle a otro
compatriota de chiste o en serio: "thank you”, "bye”, "see you”, "happy new
year”, o anuncie su casa en dólares, lo único que estará haciendo es mikimausear
a México. En su conciencia queda.
Esta
es la razón por la que desde hace dos años y medio, me fui al pasado a diseñar
una ucronía, para hacer algo tangible por el presente convulso que atraviesa México,
y que eventualmente ―gracias a su preferencia― usted podrá conocer en breve en
sus cuatro tomos de "La Diadema Real”.
Por
cierto, cuando le pasé el corrector a este artículo, me puso al verbo "mikimausear”,
la clásica línea roja alertándome de un posible error, pero como siempre, con
la opción que decía: "Agregar al diccionario”. Por supuesto no dudé en darle "click”…
¡perdón! … en pulsar la tecla, y aceptarla para siempre. Por lo mismo, solicito
respetuosamente por este medio a la Real Academia Española, considere este
verbo para incluirlo en su diccionario. Gracias.
Queridos
lectores: Ojalá y todo quedara en mikimausear trivialmente una palabra de nuestra lengua española, pero en el fondo, lo que resulta al ejecutar una acción de ese tipo,
es caricaturizar a México, dañando su grandeza histórica.