Thomas Jefferson es el autor
intelectual de la declaración de independencia de Los Estados Unidos de América,
en 1776. Seguramente sin proponérselo "del todo”, deja sembrada la semilla para
que las décadas comprendidas entre 1810 y 1830, fuesen el momento para que germinaran
las gestas independentistas en el resto del continente.
En el inter, Estados Unidos y Canadá
libraban una guerra en 1812. En 1846 con el Tratado de Oregon terminaría la
disputa por los territorios con el mismo nombre, y que eran el límite norte del
México que se perdería dos años después en 1848. No es sino hasta el 1 de julio
de 1867, que se firma la Confederación Canadiense inicialmente con cuatro
provincias: Ontario, Quebec, Nueva Escocia y Nuevo Brunswick. El primer, primer ministro John Mac Donald se estrena con una política etnocida, matando cuanto
indio encontraba a su paso. Extraño libertador o independentista.
Mientras, en Europa, el 15 de
agosto de 1805 en el Monte Sacro de Roma, Simón Bolívar se comprometió
solemnemente a libertar a su patria. Tuvo un atentado en 1828, del cual pudo
salir bien librado, gracias a la eficaz intervención de su pareja y amante,
Manuelita Sáenz, a quien posteriormente el mismo Bolívar la nombró "La
Libertadora del Libertador”. Este evento se le conoce como conspiración
septembrina. Su rival político Francisco de Paula Santander sabía de la
posibilidad de los atentados y algunas voces quisieron implicarlo, aunque jamás
se pudo probar nada. Siempre he creído que la suerte acompaña a los audaces, y
aunque no comulgue con la visión centralista y absolutista de Bolívar, algo me
queda claro, y es que fue un personaje fuera de serie. Dos años más tarde, el
17 de diciembre de 1830, moriría de tuberculosis en Santa Marta, hoy Colombia,
y desterrado de su natal Venezuela.
Antonio José de Sucre,
Mariscal de Ayacucho en Perú, batalla que define y consolida la independencia
de Sudamérica el 9 diciembre de 1824, y quien fuera la figura más leal e idealizada
de Bolívar, tuvo el cargo de segundo presidente de Bolivia, sucediendo al
Libertador. Sucre nació en Venezuela, consolidó la emancipación de la gran
Colombia en la batalla de Pichincha en Ecuador, siendo vicepresidente Francisco
de Paula Santander. Muere asesinado en Berruecos, Colombia, en una conspiración
a manos de Juan José Flores, quien, éste último se hiciera de la primera presidencia
de esta nueva y estratégica república del Ecuador. Este sería el primer
asesinato y traición, a título personal, pero no de Estado. La muerte de Sucre
fue el inicio de la debacle de Bolívar, quien no pudo asimilar su ausencia.
José Francisco de San Martín y
Matorras nació en Yapeyú, Virreinato del Río de la Plata, hoy Argentina, e
intervino brillantemente en la independencia de Perú, Chile y Argentina.
Auxiliado por su principal militar, el Brigadier Bernardo O´Higgins, logrando cruzar
la cordillera de los Andes, en algún punto a 5000 metros sobre el nivel del
mar. O´Higgins fue el primer director supremo de Chile, respaldado plenamente por
San Martín. El primero murió en Lima, y San Martín en Francia. Ambos por temas
de salud.
José Páez decidió la
independencia de Venezuela el 24 de junio de 1821 en la batalla de Carabobo,
logrando derrotar de manera contundente a los realistas, y fue ascendido por
Bolívar a Comandante general. A la primera oportunidad, Páez promovió la
separación de Venezuela de la gran Colombia siendo vicepresidente Santander, y desconoció
la autoridad de Bolívar al grado de impedirle que pudiera regresar a morir a su
tierra natal. Páez murió en Nueva York.
Pedro de Borbón y Braganza
logró la independencia de Brasil el 7 de septiembre de 1822 (a menos de dos
meses de la coronación de Iturbide). El doce de octubre es nombrado emperador
con el nombre de Pedro I. Es coronado el 1° de diciembre, y abdica el 7 de
abril de 1831. Más de nueve años, contra apenas 10 meses de Iturbide. Algo hizo
muy bien hecho. La Casa Real de Brasil sigue reconocida al día de hoy en la
figura de Luis de Orleans-Braganza.
Hidalgo quiso en 1810 ser el
Libertador de México, y lo más que logró fue autonombrase "Su Alteza Serenísima”
cuando estaba prácticamente derrotado en la batalla de puente de Calderón. Antes
que terminara 1811, su cabeza junto con la de Aldama, Allende y Jiménez, pendían
en una jaula en el lugar donde ellos masacraron sin plan o estrategia alguna.
Morelos con más visión y habiendo diseñado y firmando un primer intento de
constitución en Apatzingán en 1814, no prosperó su intento de ser el Libertador,
y era fusilado al año siguiente el 22 de diciembre, en Ecatepec, Estado de
México.
Agustín de Iturbide logra en
apenas dos años, algo que jamás se atrevió Simón Bolívar a reconocer y que realmente
era lo que más deseaba: Un imperio independiente de España. La diferencia y error
de origen, es que Bolívar deseaba un solo territorio de carácter liberal, con ―algo
que pocos saben― una presidencia vitalicia, y con un vicepresidente nombrado
por él, para que hiciera lo mismo. Este "Libertador” veía a Sucre como ese
futuro vicepresidente, pero su asesinato, y el desmembramiento de todos los
territorios sudamericanos, aceleraron su enfermedad congénita, y lo llevaron a
la muerte.
San Martín fue quien creo la
mayor parte de las logias masónicas en Sudamérica. Bolívar auxiliado de "su embajador veracruzano" Miguel
Santa María, quien a la vez se alió con los masones Joel Poinsett, Guerrero y
Victoria, hizo lo suyo en México, y comenzó la destrucción de la paz y consensos
que habría logrado Iturbide. Bolívar tuvo la oportunidad de conocer del
fusilamiento de Agustín de Iturbide sucedido en Padilla, Tamaulipas un 19 de
julio de 1824, pero jamás pudo lograr en 22 años, lo que el michoacano consolidó
en dos.
De Paula Santander, quizás
intentó eliminar a Bolívar. Flores por una ambición personal asesinó a Sucre.
Bolívar intentó destronar a Iturbide ayudado de los masones, y éstos de los
norteamericanos. No obstante, lo más vergonzoso de todo, fue que los tres
asesinos que ocupaban la presidencia del supremo poder ejecutivo (triunvirato) Guadalupe
Victoria, Nicolás Bravo, y el excorregidor Miguel Domínguez, fueron los que
avalaron el fusilamiento o mejor dicho, el asesinato sin juicio, del Libertador
de México, don Agustín Cosme Damián de Iturbide y Arámburu. Así pues, México es
el único país que ha matado a sangre fría a su Libertador.